Claves del cine de Bong Joon-Ho con motivo del estreno de Mickey 17
El regreso a la cartelera del director surcoreano con Mickey 17 pide a gritos un repaso de pistas sobre su filmografía y sus claves.
Después de tomar la delantera en su duelo en la cumbre del cine coreano con el otro director de su país con mayor relevancia internacional, Park Chan-wook, merced al palmarés y el éxito de Parásitos en todo el mundo, Bong Joon-ho, es, según ha declarado el actor Steven Yeung, uno de sus colaboradores ante las cámaras, “un artista incluso más increíble cada vez que vuelves a trabajar con él”, un talento en constante crecimiento creativo que todavía está lejos de tocar techo en su carrera.
Cine completamente diferente
En esa misma línea, y aludiendo precisamente a su trabajo en Mickey 17, el protagonista de la película, Robert Pattinson, ha declarado: “No se parece a nada que haya hecho antes. La película es tan loca que es un estilo de trabajo completamente diferente”.
Director de culto, Bong Joon-ho nació el 14 de septiembre de 1969 en Corea del Sur y es el hijo pequeño de los cuatro que tuvo su madre, Park So-young, ama de casa, y su padre, Bong Sang-gyun, diseñador gráfico industrial, profesor de arte en la Universidad de Yeungnam y jefe del Departamento de Arte del Instituto Nacional de Cine de Corea.
Matriculado en Sociología en la Universidad de Yonsei, aspecto que ha marcado posteriormente sus historias como cronista y recreador de las distintas fases históricas, clases y problemas sociales de la sociedad de Corea del Sur en las últimas décadas, Bong se implicó activamente en el movimiento democrático de Corea del Sur de los campus universitarios y tras cumplir con el servicio militar obligatorio de dos años regresó en 1992 a los estudios que había tenido que interrumpir y creó un club de cine al que bautizó Puerta Amarilla, agrupando a estudiantes de varias universidades y filmando sus primeros trabajos como director de cortometrajes, uno de los cuales, Looking for Paradise, le permitió trabajar con la animación en stop motion.
Terminados sus estudios en la universidad en 1995 prosiguió su formación en la Academia Coreana de Artes Cinematográficas, realizando cortometrajes en 16 milímetros con los que siguió explorando el medio y el lenguaje audiovisual con el que iba a construir posteriormente sus largometrajes, al tiempo que comenzaba a cultivar la proyección internacional de sus trabajos que posteriormente ha caracterizado su carrera, consiguiendo que algunos de esos cortometrajes se proyectaran en festivales internacionales en Hong Kong y Canadá.
Otra de las características que forjaron su manera de entender el cine fue su empeño en trabajar en distintas áreas en los trabajos de sus compañeros, buscando un punto de vista más amplio y global de toda la creación cinematográfica a base de colaborar con ellos como director de fotografía, técnico de iluminación, asistente y guionista, así como en producción.
Esa etapa de formación le llevó a pasar una etapa de fragilidad económica atravesando dificultades para poder salir adelante en el día a día que también se han filtrado a la experiencia de muchos personajes de sus películas desde la mirada de alguien que sabe lo que es tener que pedir prestado hasta para comer, en una galería de personajes rodeados de dificultades cotidianas que alcanza hasta el personaje interpretado por Robert Pattinson en Mickey 17.
Costumbres, corrupción y crimen
Su debut como director de largometrajes se produjo con la película Perro ladrador, poco mordedor (2000), en la que presentó ya la mayoría de las características que han definido posteriormente a su cine, como el humor negro, el juego con la comedia slapstik que recuerda el cine de humor de la etapa muda subrayando el juego interpretativo del actor desde la mímica, su dinámica corporal y sus gestos, la crónica social en torno al estancamiento de la clase burguesa y las necesidades de los descartados o socialmente menos favorecidos que maneja mostrando un prodigioso equilibrio entre comedia y tragedia que vuelve a esgrimir en Mickey 17.
El asesinato, la corrupción, la familia, la rebelión contra todo lo anterior y nuestra relación con la naturaleza representada por la significativa presencia de animales, son también constantes habituales del cine del director, que en su segundo largometraje, Memories of Murder (Crónica de un asesino en serie, 2003), se basó en un suceso real, las violaciones y asesinatos de la localidad de Hwaseong, perpetrados entre el 15 de septiembre de 1986 y el 3 de abril de 1991, para dibujar la crónica de una época marcada por la represión y la corrupción policial.
Todo ello con un estilo de dirección que, aun jugando la carta de los géneros, nunca se aparta de la realidad más cercana –es significativo que algunas de las escenas de su primer largometraje las rodara en su propio apartamento–, como mostró convirtiendo una película de monstros estilo Godzilla como la sorprendente The Host (2006), en una comedia costumbrista desarrollada en el seno de una familia de clase baja. Los personajes y situaciones recordaron al público español cierto aire a las películas de nuestro maestro de la comedia Luis García Berlanga.
El humor como catarsis acompañando a la tragedia
Tal y como afirma Jia Guo, de la Universidad de Cheongju de Corea del Sur en su Análisis del estilo de Bong Joon-ho bajo el psicoanálisis freudiano, uno de los textos más esclarecedores sobre la obra del director, en el cual, entre otras cosas vincula algunos de sus rasgos a la obra de Alfred Hitchcock, si en Freud la autoburla se presenta como ahorro de consumo emocional, con emociones negativas diarias, como el miedo, la ira y la conmoción aliviadas a través del mecanismo del humor, esa catarsis emocional la encontramos en el cine del director coreano, cuyas películas, según recuerda, “se centran en las condiciones de vida reales de los grupos vulnerables, analizan profundamente los problemas de la sociedad de abajo y adoptan una mirada pesimista sobre la cambiante naturaleza humana”.
En Bong Joon-ho se manifiesta una poderosa percepción artística forjada desde el arte y más concretamente desde la pintura que le lleva a brillar en la composición del plano en todas sus películas, desde las ya citadas a su incursión en el intimismo de la figura femenina en Mother (2009), en la que se destaca más que nunca el poder de la mirada y lo mirado como una de sus principales herramientas de lenguaje, en su adaptación de la novela gráfica Snowpiercer (Rompenieves, 2013), de la que el propio director afirma que no es ciencia ficción, sino, según declaró, una fábula sobre cómo estamos atrapados dentro de un sistema –el tren–, y cómo intentar rebelarse contra él para cambiarlo.
En Okja (2017), que documentó visitando un matadero estadounidense, donde quedó tan impactado que se convirtió en vegano por una temporada, o en Parásitos (2019), una de las más sólidas críticas a la burguesía y la explotación de las clases bajas, de obvio contenido político, a pesar de que Bong Joon-ho afirma que no se ve a sí mismo como un activista que lucha por la justicia social, sino simplemente como un narrador de historias que intenta crear imágenes interesantes y hacer películas.
Miguel Juan Payán
Copyright 2025 AccionCine. Se permite el uso del contenido editorial del artículo siempre y cuando se haga referencia a su fuente, además de contener el siguiente enlace: www.accioncine.es
Síguenos en nuestro canal de WhatsApp o Telegram para recibir las noticias en tu móvil o únete al grupo AccionCine de Telegram para conversar de cine y hacer amigos.
Claves del cine de Bong Joon-Ho