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Crítica Bikeriders. La ley del asfalto ★★★½ (2024)

Crítica Bikeriders. La ley del asfalto película dirigida por Jeff Nichols con Jodie Comer, Austin Butler

Empieza floja, pero gana mucho cuando dejan que Tom Hardy haga su trabajo.

Moteros con aspiraciones a ser metáfora de  pérdida de la inocencia

Un camionero monta un club de motoristas, luego uno de sus miembros se convierte en icono de la causa motera y un periodista entrevista a su esposa para que le cuente cómo empezó y se desarrolló otra entretenida fábula de triunfo y caída en el sueño americano.

Sombras alargadas

Confieso que durante toda la proyección de la película me ha resultado imposible sustraerme a la sospecha de que la fórmula aplicada en la misma la convierte en algo así como un intento de montarse una variante de Uno de los nuestros (1990), cambiando mafia por moteros, pero, dato importante, sin contar con la impronta autoral y la poesía en el retrato de la derrota de Martin Scorsese. 

Esa es una de las tres alargadas sombras que rodean a Bikeriders. La ley del asfalto a la que hay que añadir el referente reconocido en el propio guion, El salvaje (1953), dirigida por Laslo Benedek y protagonizada por Marlon Brando -mostrada como inspiración del creador del club de moteros- y la más significativa de todas, la icónica serie Hijos de la anarquía (2008-2014), creada por Kurt Sutter.

De la comparación con estas tres películas, tomadas a modo de delimitación fronteriza, puede decantarse la verdadera naturaleza de Bikeriders. La ley del asfalto, así como sus aciertos y puntos débiles.

Crítica Bikeriders

Protagonismo camuflado y arranque flojo

En lo referente a protagonismo la película hace truco, y no se esfuerza por ocultarlo. Basta recordar Uno de los nuestros para entenderlo. Si en la crónica de ascenso y caída de Uno de los nuestros -el Tom Hardy de esta sería equivalente del Robert De Niro de la de Scorsese en tanto que Austin Butler es la variante de Ray Liotta-, el protagonismo está claramente decantado hacia el personaje de Liotta, que además ejerce como narrador en primera persona, Bikeriders es más tramposa a la hora de elegir y presentar protagonista. O, para ser más claro, juega al protagonista tapado quizá para servir a exigencias de producto y posicionamiento en el mercado que consiguen lo contrario de lo que pretenden, esto es: crear confusión en el espectador.

En un primer término la historia se mueve en torno a la narración del pasado del grupo de moteros desarrollada por el personaje de Jodie Comer, Kathy, la pareja del supuesto protagonista interpretado por Austin Butler, Benny. Benny se presenta desde la mirada de Kathy, como un galán malote de foto para carpeta de adolescente. Eso produce el efecto de que en su arranque Bikeriders. La ley del asfalto se acerque peligrosamente a ser una emulación de las propuestas de aventura romántica para jóvenes de los años cincuenta y sesenta protagonizadas por Elvis Presley así en plan El rock de la cárcel (1957), El barrio contra mí (1958) o El indómito (1961). Mi cinismo me inclina a sospechar que igual ni siquiera es casualidad sino alevosía y nocturnidad que hayan elegido para encarnar a Benny precisamente al protagonista de la película Elvis (2022), eso sí, tuneado como un clon del Jax Teller interpretado por Charlie Hunnam en Hijos de la anarquía, pero sin el puntito Steve McQueen que caracterizó ese icono televisivo.

Pero la película está especialmente en su arranque muy lejos de Hijos de la anarquía. La verdad es que esa presentación no presagia nada bueno y desde luego se aleja bastante del espíritu que uno esperaría de una crónica sólida y seria de ascenso y caída de banda motera como la que nos propuso la serie Hijos de la anarquía. Y, lo que es peor, se aleja mucho del libro reportaje que recomiendo a quien quiera pasar un buen rato leyendo sobre el mundo que pretende retratar Bikeriders. La ley del asfalto, la que para mí es la biblia del tema: Los ángeles del infierno. Una extraña y terrible saga, como no podía ser menos del gran Manitú del periodismo gonzo, Hunter S. Thompson.

Crítica Bikeriders

¡Liberad al Kraken! ¡liberad a tom hardy!

Pero no se precipiten. La película dura dos horas y después de los primeros treinta minutos, en los que nos hacen creer que el protagonismo absoluto va a ser del personaje de Benny de Austin Butler, la cosa mejora porque todo el largometraje empieza a hacer un curioso giro manifestando su inclinación natural hacia su verdadero protagonista tapado, el personaje de Johnny interpretado por Tom Hardy.

Automáticamente eso hace que suba el interés, refuerza el ambiente motero por encima de las confesiones de esposa insatisfecha de Kathy, e incluso durante una parte esencial de su metraje por lo que se refiere a la estructura argumental de la trama, hace desaparecer, o pone en segundo término al propio Benny de Butler para que el Johnny de Hardy ocupe el centro de la trama de ascenso y caída.

Así que la película mejora. Adiós al tópico malote guaperas de carpeta. Adiós al parloteo de la esposa insatisfecha. Hola a la trama que se inicia con el flashback de Johnny en su casa, rodeado de su familia, viendo en la tele a un joven Marlon Brando en El salvaje.

Es un momento de ¡Liberad al kraken!, si me permiten citar al tito Liam Neeson ejerciendo de Zeus en Furia de titanes. O lo que es lo mismo: pongamos a Tom Hardy frente a Marlon Brando y dejemos que pasen cosas interesantes delante de la cámara, diga lo que diga el guion, que no es malo pero tampoco es precisamente que haya descubierto la pólvora.

Es el momento ¡Liberad a Tom Hardy!

Y a partir de ahí, revelado Johnny como el verdadero protagonista tapado por el falso protagonismo cosmético-comercial de Kathy y Benny, la película aparca lo que podría haber sido una tópica y ñoña peripecia romántica por su verdadera naturaleza como otra crónica de sueño convertido en pesadilla.

La ficción de Hollywood interpretada en El salvaje y significativamente domesticada para el público hogareño al pasar de la pantalla grande del cine a la pequeña pantalla de la televisión introduce la idea de la idealización hollywoodiense del sueño americano que en la segunda mitad de la película se transfigura en una pesadilla de pérdida de la inocencia.

Y en ese otro terreno, en lo que podríamos denominar el Territorio Tom Hardy la película gana bastante, mejorando su salida en falso al principio.

                                                  Miguel Juan Payán

Crítica Bikeriders. La ley del asfalto

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Crítica Bikeriders. La ley del asfalto

Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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