Crítica Grand Tour película dirigida por Miguel Gomes con Crista Alfaiate, Gonçalo Waddington, Jani Zhao
Un romance experimental donde los protagonistas no son lo importante
De qué va Grand Tour
En la Birmania de 1917, Edward está a punto de recibir a su esposa que viene desde Londres para, finalmente, casarse con ella. Sin embargo, a última hora, Edward se acobarda y huye, vagando invadido por la melancolía hasta verse en lugares como Shanghai o Bangkok. Molly, su prometida, encontrando gracioso el viaje de su marido, se lanza a buscarle y comienza una aventura a lo largo de toda Asia.
Crítica de Grand Tour. Una película experimental donde la aventura es lo de menos.
Aunque la sinopsis de Grand Tour nos diga que estamos ante la aventura romántica de Edward y Molly para encontrarse a lo largo y ancho de Asia, que el primero supere sus miedos y al final se casen, lo cierto es que realmente la película de Miguel Gomes se convierte en algo completamente distinto; en algo inusual. Grand Tour se convierte enseguida en una película que no es para todo el mundo.
Miguel Gomes propone un experimento al que no es fácil entrar en cuanto el foco cambia de Edward a un estilo que podríamos describir de documental. Y aquí entra en juego la función del narrador, un narrador que va cambiando de persona y de idioma según cambia el escenario de la acción. Edward solo aparece físicamente cuando está en contacto directo con la gente nativa de las ciudades asiáticas que va visitando.
Los personajes occidentales no son realmente los protagonistas de Grand Tour, ni son aventura; sino un recurso para explorar la cultura y viajar a través de Asia y conocer a los verdaderos protagonistas: Su gente.
Narradores, estilo documental y los anacronismos
Grand Tour es una obra compleja y en la que puedes encontrar muchas lecturas distintas. Su estilo de documental con elementos de ficción le hacen ser algo tan único como fascinante. Tienes que estar dispuesto a entrar en su juego y en lo que intenta contarte, porque es una película a la que no es fácil seguirle el ritmo, y puede que hasta no se lo sigas del todo.
Pero Grand Tour se acaba por convertir en una experiencia que, una vez que la acabas, sientes precisamente que has hecho un viaje espectacular, no solo por el espacio, sino también por el tiempo. El director hace uso de todos los recursos narrativos y visuales de los que dispone para retratar una Asia atemporal. Una Asia del pasado y del presente, siguiendo el recorrido de Edward y Molly, pero sin que ninguno de ellos sean lo principal, sino extraños en una tierra que no es la suya y, por lo tanto, no realmente los protagonistas.
El color de la felicidad y la falta de él en la melancolía
El tema principal de la película es la tristeza y la melancolía con los pequeños espacios de felicidad. En la película predomina el blanco y negro en la mayor parte del metraje, ni a Edward ni a Molly los vemos nunca en color, sin embargo hay espacios en los que el color se apodera de la historia: Cuando la felicidad irrumpe, la historia se llena de colores.
Es un experimento interesante que puede llevar a una conclusión agridulce, pero donde no falta la esperanza. El gris no es permanente pero sí predominante.
El simbolismo de Grand Tour es lo que hace de ella una película especial
Grand Tour se convierte en un ensayo complejo pero fascinante que funciona como estudio de la melancolía y ofrece una ventana sobre la que se pueden ver los rincones de Asia. Los protagonistas son secundarios y los secundarios los verdaderos protagonistas en esta mezcla de géneros y estilos en un lienzo plagado de simbolismos.
Elena Campos
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