Crítica Los chicos de la Nickel película dirigida por RaMell Ross con Ethan Herisse, Brandon Wilson, Aunjanue Ellis-Taylor
La adaptación radical y deslumbrante que la adaptación ganadora del Pulitzer merecía
Un debút muy arriesgado
“A veces una ilusión útil es mejor que una verdad inútil”. Estas palabras de Colson Whitehead, autor de Nickel Boys, para otra de sus obras, El ferrocarril subterráneo, podría definir a la perfección como RaMell Ross ha decidido encarar la que supone de forma simultanea su ópera primera en el largometraje y la adaptación de una de las obras literarias de memoria histórica racial mas importantes del siglo XXI.
Cuando la vía mas evidente (sin restarle mérito) se habría resulto en una reconstrucción fidedigna con etalonaje sepia y muchos momentos fabricados para anudar el estómago, aquí no ha habido duda alguna a lo largo de su metraje en ofrecer una obra contundente y diferencial en cuanto a un lenguaje cinematográfico que traslade a la pantalla las sensaciones que ofrece sumergirse en las páginas del autor neoyorquino.
La decisión de narrar el viaje de Elwood y Turner, dos muchachos afroamericanos en un reformatorio de Florida, mediante dos perspectivas en primera persona que se alternan no tiene nada de anecdótico, como podría haber sido, si no que busca por partida doble una fresca capacidad de catarsis con esos trajes humanos aterrorizados y el impulso a ofrecernos un despliegue de imágenes de las quitan el hipo y que rara vez nos llegan en esta época de sobresaturación.
La maravillosa factura técnica, visual y sonora, con la que construye Ross su relato se aproxima enormemente a la certera mirada para el gesto del Terrence Malick peri-El árbol de la vida y golpea con la fuerza de ese despliegue de color que poseía el Moonlight de Barry Jenkins, pero es que su mayor descubrimiento resulta en la luminosidad y esperanza que posee cuando lo narrado no podría resultar mas horroroso (en la verdadera Nickel se cometían abusos sexuales, torturas y asesinatos sin contemplaciones), esquivando la violencia en favor de una arrebatadora belleza siempre omnipresente; tanto que su media hora inicial y el último acto se antojan directamente como dos pequeñas obras maestras.
Dos protagonistas, dos almas
La decisión de desdoblar la referencia del espectador tampoco es arbitraria y dialoga con la propia base literaria y con un desarmante final que por supuesto es muy necesario no desvelar, pero es que además los personajes interpretados maravillosamente por Ethan Herisse y Brandon Wilson suponen las dos mitades que componen al propio Whitehead y que él extrapola a la mayoría de la comunidad negra de los Estados Unidos: una parte que confía en la bondad de la gente y la posibilidad del cambio en el status quo haciendo lo correcto, y otra que ve la oscuridad de una sociedad basada en la esclavitud y el genocidio.
Por suerte esta dicotomía nunca cala en algún tipo de discurso y el funcional guión escrito a dos bandas por el propio Ross y Joslyn Barnes se las apaña para que esa visión no trascienda la delicadeza de sus personajes, a pesar de que en algunos momentos de su tercio medio aparezca una cierta repetición de exposición, algún trazo grueso (lo relacionado con el boxeo) y nos podamos irritar un poco ante la inacción una vez conocido de sobra que el destino en cualquier momento puede ser una fosa común en la parte de atrás. No obstante, Los chicos de la Nickel es una historia de supervivencia ante el mal, no de lucha contra él.
Elipsis y flashback, armas de doble filo
Si bien el visionado de Los chicos de la Nickel nunca podría tacharse de aburrido por cualquiera que se deje subyugar por el poder emotivo de la imagen, si que puede poner a prueba la paciencia del espectador que no disfrute una estructura mas lineal. La inteligencia a la hora de proponer elipsis realmente precisas de su primera hora (el momento de la detención en el coche en una barbaridad) termina mutando en leve torpeza durante algunas secciones del internamiento donde desearías poder seguir con mas detenimiento los nudos planteados sin perder la energía inicial.
Algo parecido ocurre con sus paréntesis para acceder a ese futuro en el que una investigación universitaria destapa el escándalo de la Nickel y que sirve de verdadero punto de partida en el libro. Salvo el magnífico momento en el bar donde solo contemplamos la nuca del Elwood (a lo El hijo de Saúl), el resto de miradas hacia delante resultan algo anodinas y anticlimáticas. Esto es consecuencia de haber roto la estructura de gran flashback del original en favor de una propuesta mucho mas radical, pero la irregularidad queda en el conjunto.
Una obra llena de dolor
A pesar de sus imperfecciones, el film de RaMell Ross podría destacarse sin problema alguno junto a otras joyas acerca de las heridas perpetradas en los jóvenes por parte de la sociedad y basadas en hechos reales como Sleepers de Barry Levinson, pero además cuenta con la vanguardia cinematográfica necesaria para que sea rememorada con el tiempo como una hija menor de obras cumbre tales como Los 400 golpes o La soledad del corredor de fondo, y Elwood y Turner como dos iconos de la justicia racial.
Donde ver Los chicos de la Nickel
Los chicos de la nickel llegó a Amazon Prime el 27 de Febrero
Miguel Ángel Espelosín
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Crítica Los chicos de la Nickel