Crítica Modigliani, tres días en Montparnasse película dirigida por Johnny Depp y protagonizada por Riccardo Scamarcio, Al Pacino, Antonia Desplat y Stephen Graham.
Johnny Depp realiza un retrato algo confuso de Modigliani.
De qué va Modigliani, tres días en Montparnasse
París, 1916. Amedeo Modigliani es un pintor y escultor en busca de reconocimiento, que malvive en las calles de la urbe del Sena. Pese a su indudable talento, las visiones artísticas del joven creador italiano no son apreciadas por los coleccionistas, lo que le lleva a vender sus retratos por cantidades ridículas de dinero. Un día, su amigo Léopold Zborowski le arregla una cita con el prestigioso experto Maurice Gangnat, pero Modigliani no es un hombre al que le guste mercadear con la grandeza de sus obras. Las setenta y dos horas que preceden a la hecatombe final del genial maestro vanguardista marcan una senda de pasiones encontradas y accesos suicidas.
Crítica Modigliani, tres días en Montparnasse
La agitada existencia de Amedeo Modigliani había llegado obsesionar a Al Pacino, desde que este tuvo conocimiento de Modigliani: la obra de teatro de Dennis McIntyre. El protagonista de El padrino tenía el propósito de convertir el libreto en una película desde finales de los años setenta, y al final lo ha conseguido. Sin embargo, las sensaciones transmitidas por el film del tándem formado por Johnny Depp y Al Pacino no se antojan tan sorprendentes como prometían en los planes de hace más de cuatro décadas.
Depp se deja llevar en todo momento por una concepción de la bohemia parisina de principios del siglo XX algo estrambótica y surrealista. Incluso el reflejo tangencial de los trágicos efectos de la Primera Guerra Mundial en los personajes protagonistas parecen tamizados por una atmósfera de artificiosidad eufórica y simplista, que lastra la credibilidad de un guion más pretencioso que humano.
JD entiende las setenta y dos horas en la vida de Amedeo Modigliani que narra el film como un paseo por el infierno individual y colectivo que debió experimentar el artista italiano. Una bajada a los infiernos de la autodestrucción que el icónico intérprete de Piratas del Caribe escenifica con incoherentes añadidos disuasorios, tales como las referencias a las cintas de Charles Chaplin, o la incorporación de una banda sonora más cercana al siglo XXI que a los gustos populares de la Francia de 1916.
Pese a la convincente y encomiable caracterización de Riccardo Scamarcio, como el atormentado y excesivo Modigliani, el largometraje pierde el rumbo por culpa de una sucesión de episodios sacados de contexto, y sublimados por un aura de inmortalidad que nunca llega a plasmarse en la pantalla. Una serie de tropiezos que convierten el relato fílmico en una especie de caricatura de la tragedia de un maestro carente del debido reconocimiento en su época, el cual falleció tuberculoso a los treinta y seis años de edad.
Dentro de semejante laberinto de intenciones apasionadas y neuróticas, las secuencias que marcan la relación entre Modigliani y la esquiva Beatrice Hastings (es incomprensible que no se haga ni una mención a la determinante Jeanne Hébuterne) son las más conseguidas, mientras que la conversación aparatosa entre el protagonista y el coleccionista Maurice Gangnat (Al Pacino está pleno de histrionismo estelar) es de lo menos resaltable de una película a la que le falta el suficiente enganche romántico.
Te gustará si te gustó…
Aunque Modigliani, tres días en Montparnasse no salga muy bien parada con las comparaciones con su precedente audiovisual más conseguido, es recomendable visionar la excelente y conmovedora obra Los amantes de Montparnasse, de Jacques Becker, con un Gérard Philipe inolvidable, en la piel del incomprendido Amedeo Modigliani.
Jesús Martín
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