Crítica Perfect Days película dirigida por el cineasta alemán Wim Wenders, y protagonizada por el actor japonés Kôji Yakusho
Exclelente película de un inspirado Wim Wenders
De qué va Perfect Days
Hirayama (Kôji Yakusho) es un concienzudo y disciplinado limpiador de sanitarios públicos, en la ciudad de Tokio. El hombre carece de emociones particulares, salvo la de fotografiar las ramas de un árbol sumidas en juegos cambiantes entre luces y sombras, y la de escuchar sus antiguos casetes de música en el reproductor de su furgoneta. Así pasa su existencia, sin expresar sentimientos de agotamiento, angustia o desesperación.
Crítica Perfect Days
Wim Wenders es un cineasta de enorme talento artístico, el cual ha desplegado su carrera a lo largo de un puñado de obras de sobresaliente calidad audiovisual, que le han servido para granjearse el calificativo de autor de culto. No obstante, lejos quedan ya los tiempos de París, Texas (1984), El cielo sobre Berlín (1987), El amigo americano (1977) y Alicia en las ciudades (1974); cintas en las que Wenders expuso su gran habilidad como narrador poético, vaporoso y altamente existencialista.
Desde entonces, el responsable de El hombre Chinatown ha presentado en las últimas décadas largometrajes de ficción grandilocuentes y poco logrados (Inmersión, Llamando a las puertas del cielo, Hasta el fin del mundo); derrapes profesionales que ha solventado con la brillantez de sus creaciones documentales (Buena Vista Social Club, Pina). Perfect Days supone el regreso de WW a la época en la que era capaz de exhibir universos transformadores, estimulados por una fuerza inspiradora de sorprendente poder cinematográfico.
La historia del limpiador de lavabos llamado Hirayama (Kôji Yakusho) recuerda vagamente a las aventuras terráqueas del celestial Damiel (Bruno Ganz), en El cielo sobre Berlín; o a los sinsabores del agotado Travis Henderson (Harry Dean Stanton), en París, Texas. Como si de un regreso a emociones pretéritas se tratara, el director alemán maneja las pulsaciones subliminales de Perfect Days con el conocimiento de alguien que forjó su filmografía a base de fotogramas surgidos de múltiples zozobras individuales, escenificadas por personajes derrotados ante su eterna lucha contra sus asfixiantes realidades.
En medio de un planteamiento voluntariamente estoico, Wenders diseña un itinerario preciso para desarrollar la rutinaria vida de Hirayama, cuyos días se escapan entre su trabajo en los sanitarios tokiotas, los controlados baños en una piscina comunitaria, sus lecturas nocturnas, los almuerzos frente a un árbol que le proporciona un singular diálogo en torno a las luces y sombras que propagan sus ramas y la escucha de sus casetes en el reproductor de su destartalada furgoneta. Este menú existencial lo sigue el film con afán casi obsesivo, como si se tratara de una liturgia imposible de ser transgredida. Un figurado cuaderno de bitácora que da pistas sutiles sobre la manera de sentir de este silencioso limpiador de lavabos.
Como principal soporte de Perfect Days se encuentra la electrizante interpretación del sexagenario Kôji Yakusho (13 asesinos), un actor dotado de un enorme potencial dramático, que desborda sin tener que someter su caracterización a una gestualidad excesiva. Unos simples toques de sensaciones diversas (casi nunca verbalizadas) le sirven para construir la psique de un individuo tan esquivo para los extraños como es Hirayama, del que se desconoce casi todo (tan solo se dan algunas nociones leves sobre su pasado familiar y el distanciamiento que mantiene con respecto a su hermana y a su padre).
El trabajo de Yakusho representa el apoyo necesario para desencadenar la envolvente selección de temas que suenan a lo largo del metraje, los cuales son utilizados por Wim Wenders para marcar los cambios en el comportamiento del protagonista. Del tono reverencial de Perfect Day, de Lou Reed, al esperanzador Feeling Good, en la voz de Nina Simone; las canciones que oye Hirayama son las más elocuentes expresiones de su voz interior.
Todo ello eleva Perfect Days a la categoría de las películas reflexivas e hipnóticas, en las que la labor creativa y artística triunfa en su intento de reproducir la rutina de un individuo normal e invisible de cara al exterior, sin posibilidades casuales para escapar de su alienante prisión urbana.
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Las películas de Wim Wenders más alegóricas, como El cielo sobre Berlín; París, Texas; y Alicia en las ciudades.
Jesús Martín
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