Crítica Sting Araña Asesina película dirigida por Kiah Roache-Turner y protagonizada por Noni Hazlehurst, Alyla Brown y Ryan Corr.
Divertida cinta que mezcla gore ochentero con humor macabro
De qué trata Sting. Araña asesina
Procedente del espacio exterior, una araña con apetito voraz recala en un destartalado bloque de apartamentos de la ciudad de Nueva York. Un día, mientras la pequeña Charlotte se cuela en un piso para robar una muñeca antigua, la chica descubre un pequeño y raro arácnido, y lo adopta como mascota. Poco a poco, el depredador empieza a crecer de manera alarmante, hasta que escapa por los túneles de la ventilación. En libertad, la araña despliega una pesadilla caníbal, que aterroriza a los vecinos del inmueble.
Crítica Sting Araña Asesina
Desde el inicio de la cinta, con una hilarante escena en que una anciana llama a un exterminador de plagas para que descubra el motivo de unos ruidos extraños en el túnel de la ventilación, Sting. Araña asesina se distingue como una obra alojada con soltura en el terreno de la ciencia ficción delirante, tratada con notables pinceladas de comedia extravagante y en algunos de los momentos incluso gamberra.
El director australiano Kiah Roache-Turner mantiene la virtud de no tomarse en serio la historia en ningún momento, y el ingenio que despliega a lo largo del metraje convierte esta aventura galáctica en un auténtico disfrute de gore suculento y colorista, muy en la línea de algunos los primeros largometrajes apocalípticos -con seres espaciales empeñados en matar- elaborados por David Cronenberg (Vinieron de dentro de…), y de títulos tan desmadrados como la saga de Critters.
La capacidad del film para mantener la tensión, a base de un humor corrosivo y macabro, hace que el relato mantenga la atención de los espectadores sin apenas bajadas de interés. Todo ello potenciado por la credibilidad del cuadro de personajes, liderado por una niña que echa de menos a su padre ausente, y la cual ve en el novio de su madre al héroe que no atisba en su invisible progenitor biológico.
Roache-Turner carga las tintas dramáticas sobre las espaldas de la joven guerrera llamada Charlotte, quien acoge en su seno la extraña araña procedente de un lugar a bastantes kilómetros de la Tierra. Bajo esas coordenadas, el guion juega con eficacia la baza de presentar una serie de roles de psicología marcada, todos ellos atrapados en un bloque de apartamentos que denotan la tragedia que se va a desencadenar, mientras el sanguinario arácnido del título se empeña en “cargarse” a los diferentes inquilinos que osan plantarle batalla.
La fórmula de película de serie B funciona a la perfección en Sting, y los progresivos asesinatos del animalito de tamaño descomunal se perciben como un espectáculo más simpático que terrorífico. Un esquema que alcanza rasgos brillantes de surrealismo medioambiental, vehículo artístico que culmina cuando la protagonista descubre las bolas de naftalina como el mejor antídoto para neutralizar las malas acciones de la araña homicida.
En medio de la pesadilla criminal planteada por Roache-Turner, los actores se esfuerzan en hacer creíble una movie que inquieta por lo peculiar de la situación planteada, y consiguen que los personajes adquieran una naturalidad encomiable. Un trabajo colectivo en el que destaca la labor de Alyla Browne, en la piel de la pequeña y escurridiza Charlotte; quien consigue transmitir la ansiedad salvadora de una chica que solo quiere mantener a su familia lejos de las fauces de la gigante araña galáctica que les amenaza.
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La película que más se asemeja a Sting. Araña gigante es, sin duda alguna, Aracnofobia, la película de Frank Marshall, en la que Jeff Daniels tenía que hacer frente a una plaga de arañas venenosas.
Jesús Martín
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