Crítica Warfare Tiempo de guerra película dirigida por Alex Garland, Ray Mendoza con D’Pharaoh Woon-A-Tai, Will Poulter
Una de las películas más impactantes del año, y también de las mejores. Cine bélico de gran calibre.
De qué va Warfare
Basada en hechos reales, y en la recolección de los mismos a partir de los recuerdos de aquellos que estuvieron implicados, Warfare relata el viaje de un grupo de Navy Seals a lo largo de una ofensiva durante la guerra de Irak en la que iban a servir como apoyo del ejército, pero en la que terminaron siendo rodeados y atacados sin descanso.
Una mirada personal a la guerra y la futilidad de la misma
Muchos pueden pensar que Warfare es un producto creado para ensalzar al ejército de los Estados Unidos, y más en los tiempos que corren. Pero si uno ha visto Civil War, la anterior película de Alex Garland, puede entender que el cineasta no está interesado en ensalzar nada, más bien en relatar la inutilidad del conflicto bélico, las desgracias que causa, la imposibilidad de que termine… Hay mucho de eso en Warfare, una cinta codirigida junto a Ray Mendoza, uno de los protagonistas de la historia real, y que está contada en primera persona a través de los ojos de un grupo de jóvenes que acaban sufriendo algo que no esperaban.
No hay triunfalismo en Warfare. Hay mucha confusión, nervios, miedo, desesperación… Hay mucha sensación de desamparo en este grupo de soldados enfrentados a algo imprevisto. Y también hay un punto de derrotismo en su agria mirada al conflicto. Mendoza habla por experiencia y no ensalza el viaje con soflamas propagandísticas ni con inútiles intentos por embellecerlo. Cuenta lo que recuerda y lo que recuerdan sus compañeros y lo hace con una enorme nota de amargura, desde los compases iniciales, con esa escena de baile y hermandad, al final que deja la historia en parte incompleta.
Mendoza y Garland se rodean de un grupo de jóvenes talentos que están en auténtico estado de gracia, incluso aquellos que aparecen en pantalla sólo unos minutos. Desde gente ya contrastada como Will Poulter o Joseph Quinn, pasando por el más desconocido D’Pharaoh Woon-A-Tai, quien interpreta a Mendoza en la película. Todos ellos aportan credibilidad y realismo a sus interpretaciones, más allá de los movimientos de un batallón. Son una familia, un equipo, y eso se traslada fuera de la pantalla. Son humanos y sorprenden (hay que ver lo mucho que ha mejorado Michael Gandolfini en los últimos tiempos, algo que ya se ha visto en Daredevil).
Un pulso narrativo brillante y un relato muy humano
Garland y Mendoza, aunque Garland asegura que él estuvo allí ante todo para ayudar al segundo a realizar la película, transmiten una fuerza en el relato que realmente nos mete dentro de esa casa, de esos soldados viviendo una situación única. Narrada casi en tiempo real, la película va haciendo crecer la tensión para convertirse en una suerte de Río Bravo bélico, con los personajes rodeados y acribillados. En noventa minutos, poco más, los cineastas narran más de lo que muchos cuentan en dos horas y media y lo hacen con elegancia y brutalidad también.
Porque la guerra es brutal y no lo esconden. La guerra sólo deja horror a su paso. Puede sonar a perogrullada, pero es el mensaje de la película. Una película que podría ser prima hermana de Back Hawk Derribado, o 13 horas, pero con menos espectacularidad, porque prefiere centrarse en las personas y no en el conflicto en sí. Un viaje al infierno que sirve como entretenimiento pero también como mucho más. Y una de las mejores películas del año. Garland, por favor, no dejes de dirigir nunca…
Jesús Usero
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