Chazelle, como Coppola, cabalga el peligroso y a veces indomable caballo del homenaje al cine clásico de Hollywood en su variante musical, pero en mi opinión lo que le da ventaja sobre el director de El Padrino es que está liberado de intentar servir al mismo tiempo a un intento de aplicar la novedad tecnológica que inevitablemente se convirtió en el protagonista y el peor enemigo de Corazonada. Chazelle está más centrado en los personajes y la historia como vehículos para sacar adelante una visión al mismo tiempo homenaje y de guiños a títulos clásicos del género como Cantando bajo la lluvia, Un americano en París o Melodías de Broadway, sin por ello perder la oportunidad de elevar la propuesta de su película más allá de los lastres habituales de la fórmula del género, chico encuentra chica, para convertirla en una lúcida reflexión sobre los juguetes rotos del mundo del espectáculo y todo lo que queda en el camino en la persecución de la fama y el éxito. De manera que puede trabajar sobre los esquemas de la comedia romántica sin caer en la trampa de la ingenuidad o las falsas fórmulas de la misma y al mismo tiempo les saca todo el jugo como pretexto para desplegar una ácida y crítica mirada al mundo del espectáculo en Estados Unidos, servida además con un despliegue de talento visual absolutamente arrollador.
Chazelle cuenta además con dos aliados en este proyecto que dos sólidos pilares sobre los que construir su catedralicia intentona de cubrir todos los aspectos esenciales que hicieron grande al género musical en el cine clásico del Hollywood dorado pero además le permiten instalar en el relato cierto tono agridulce que explota brillantemente en los últimos momentos del relato, cuando Emma Stone y Ryan Gosling ponen broche de oro a su trabajo en este largometraje que está a la altura de los mejores clásicos del género que homenajea y al mismo tiempo nos permite mirar el mismo de una manera más madura y adulta, menos escapista, incorporando a través del personaje de Gosling y sus diálogos esa crítica a la capacidad para rendir homenaje superficial a tantas cosas sin llegar a apreciarlas realmente que tiene no sólo la industria audiovisual estadounidense, sino por extensión toda nuestra sociedad actual.
Una muy buena película.
Miguel Juan Payán
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