Así lo perciben Marcos (Ricardo Darín) y Ana (Mercedes Morán). Ambos se casaron convencidos de que su unión iba a poder con todo lo que les echara la vida. Pero la marcha al extranjero de su hijo crea un agujero demasiado profundo entre ellos, hasta el extremo de reconocer que ya no se desean. Mediatizados por un entorno burgués de divorcios a la carta y de expectativas supuestamente renovadas, los protagonistas deciden poner un punto aparte en su relación de más de dos décadas. La soltería alcanzada en los juzgados les dota de un horizonte de libertad que los dos no habían conocido desde su lejana juventud, aunque también les aporta la visión suficiente para desear recuperar la chispa que sintieron antaño el uno por la otra.
Juan Vera toma la historia como si fuera una disección propia de Ingmar Bergman, pero con un toque de humor que la aleja de los conflictos abismales que suelen padecer los personajes creados por el maestro nórdico de Secretos de un matrimonio. Vera diseña a sus enamorados con capacidad empática para reconocer los errores cometidos, y para asumir con tranquilidad y sin dramatismos las verdades que les arroja su propia realidad.
En esa espiral de confesiones ante la cámara, la capacidad de Ricardo Darín y de Mercedes Morán para afrontar la difícil situación por la que atraviesan sus respectivos roles ayuda a que la trama se perciba con una facilidad de comprensión asumida. Esto genera que las interpretaciones de Darín y Morán resulten ser lo mejor de una película que alarga en exceso los conflictos que plantea, y cuyo guion no es más que un continuo deambular por un laberinto del que se conoce la salida de antemano, y al que únicamente no llegan los protagonistas.
Vera no consigue transmitir con suficiente claridad los problemas que conlleva sobrepasar los años del deseo mutuo en términos matrimoniales, y tampoco logra enfatizar el componente romántico de una historia que hace aguas ante las estrambóticas situaciones que plantea en algunos momentos del metraje.
Por estos flecos argumentales, el filme se hunde en un proceso de trivialidades de alcoba, de coexistencia malsana, y de rutinaria pérdida del apetito pasional; y eso ralentiza temerariamente una trama bastante estereotipada a nivel psicológico.
Jesús Martín
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