Porque la película se basa en eso, en la acción sin complejos, brutal, sensacional. Si la trama recuerda un poco al cine de acción de los ochenta, las escenas de acción son otro nivel. Otra cosa. Mucho más cercana a las burradas que nos ofrece el cine asiático, especialmente el de Corea del Sur y el de Indonesia. Hay momentos en los que parece que Gareth Evans ha dirigido la película, y eso siempre es bueno. O casi siempre. Hemsworth es el perfecto líder de esta aventura, una máquina de destrucción que afronta las escenas de acción con una convicción increíble. La pelea con los sicarios es demencial, pero hay un plano secuencia de 12 minutos… Bueno, descúbranlo ustedes porque les va a impresionar.
Ese es uno de los problemas. Esas dos escenas geniales llegan antes de la mitad de la película, dejando el final algo desangelado. Nunca vuelve a estar al nivel de esos momentos. Sí, es efectiva y muy entretenida, pero no nos va a volver locos como ahí. Deberían haber guardado algo para el final o pensar en otra cosa. El reparto cumple, claro, pero sólo Hemsworth destaca. David Harbour, por ejemplo, está en un cameo. Los flashbacks son tópicos, aunque expliquen la obsesión del protagonista de proteger al chaval. No pasa nada, el guión es apañado, funcional, no complica las cosas y cede protagonismo a la acción. Nunca será una obra maestra, pero es que no quiere serlo. Quiere ofrecer dos horas de acción, de adrenalina sin frenos. De emociones fuertes. Aunque un día hablaremos de ese final que no me convence… Pero eso, es otra historia.
Jesús Usero
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