La historia de Libertad tiene lugar en 1807. En una cárcel española, una mujer permanece diecisiete años enjaulada, mientras pesa sobre ella una condena a muerte, que siempre acaba aplazándose por su condición de madre. Al final, las autoridades conceden a La Llanera y a su hijo al ansiado indulto. Tras abandonar el penal, ambos se dirigen en busca de alejarse del mundo de violencia y muerte que les había rodeado desde siempre. Sin embargo, El Lagartijo (el padre del joven, y antiguo compañero de La Llanera) quiere recuperar a su heredero. Una persecución en la que se entremezcla un grupo de personajes con intereses contrapuestos, y que marcan el retrato de las diferentes clases sociales que imperaban en la España anterior a la invasión napoleónica.
Con este argumento, Urbizu presenta el viaje de la protagonista y de su hijo, y lo hace con una estética agreste; la cual puede recordar al paisajismo desolador del western clásico. Un género con el que el cineasta vasco parece jugar, al recrear –por ejemplo- una de las escenas más conocidas de Centauros del desierto, aunque en esta ocasión sea Bebe la que sustituya al duro John Wayne, en el momento de cerrar una de las puertas más legendarias en la historia del séptimo arte.
De manera verosímil y con imaginación, el cineasta de Todo por la pasta controla el ritmo narrativo con notable eficacia, sin provocar la pérdida de interés en torno a los avatares a los que se enfrenta La Llanera, y que esta solventa con una gestualidad pétrea. Una actitud que, en el rostro de Bebe, adquiere unos tintes dramáticos realmente admirables. La cantante valenciana se revela como una actriz entregada y enérgica, con lo que logra construir una caracterización tan brillante, que eclipsa al resto de los personajes que deambulan por la trama.
Jesús Martín
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