Lyne tiene y tendrá siempre sobre su cabeza el sambenito de ser director de thrillers eróticos con el que carga desde los ochenta, pese a haber dirigido películas como Flashdance o La Escalera de Jacob, son cosas como 9 Semanas y media, Infiel o Una proposición indecente las que son parte imprescindible del género, como también lo fue en parte Atracción Fatal. Su versión de Lolita no tenía demasiada personalidad y, quizá, ese es el problema de esta nueva película. La falta de personalidad. Su tono plano a la hora de contar la historia de este matrimonio en el que ella tiene relaciones con otros hombres, algo que él consiente para evitar el divorcio. Pero cuando esos hombres empiecen a desaparecer, las sospechas recaerán sobre él.
Un detalle a tener en cuenta es la gran química que hay entre Ben Affleck y Ana de Armas. Aunque con un problema. La actriz se merienda con patatas a Affleck, pese a esa química. Es más, Ana de Armas tiene química con cualquier actor que le ponen delante, incluyendo a Brendan Miller, lo que es particularmente sorprendente. Ella juega y se divierte con su papel de mujer que sabe cómo usar su sexualidad para hacer que su vida sea divertida. Affleck pasa demasiado tiempo siendo serio y oscuro. No está nada mal en el papel, pero no a la altura de su acompañante. Y eso se nota al final
El guión es correcto, aunque quizá demasiado simple. No se nota la presión sobre la vida de Affleck cuando está bajo sospecha (es más, no parece ni estarlo a veces), y no va buscando sorprendernos con giros imposibles. Lo que sucede lo sabemos casi desde el inicio. Sin dudas. A partir de ahí decidimos lo que queremos pensar de los personajes y de la historia (en eso se acerca a Perdida). Pero Lyne parece poco interesado en dar algo de densidad a las imágenes, que a veces parecen sacadas de un telefilm o una película directa a video. Sin demasiada fuerza. Por ejemplo el uso de pantalla verde cuando suben a un coche o la persecución final que es terrible. El final sí convence, pero el resultado es demasiado heterogéneo. No llega a aburrir, pero tampoco la recordaremos demasiado. Un pasatiempo y nada más.
Jesús Usero
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