Una historia que tiene sus raíces en los relatos de vikingos, pero también en Shakespeare. Eso sí, quien piense que va a encontrar acción sin frenos, luchas continuas y batallas espectaculares, se ha equivocado de película. Pese a su apariencia, es un relato mucho más intimista, violento, salvaje y sucio de lo que uno pueda esperar, con un personaje que busca venganza tras el asesinato de su padre a manos de su hermano cuando él era solo un niño. Convertido en un berserker, regresará a casa dispuesto a reclamar lo que es suyo. Aunque, en realidad, ¿cuál es el precio de la venganza? ¿Es la historia exactamente como la recordamos? El guión del propio Eggers y el escritor islandés Sjón, responsable del guión de Lamb o Bailar en la oscuridad, nos enseña que nada en la vida es como parece, como creemos o como nos lo han contado.
Stellan Skarsgard está fantástico como protagonista de una historia que, además de sus ecos enormes de Shakespeare (con Hamlet y Macbeth a la cabeza), tiene mucho de los relatos de Robert E. Howard y el mundo de Conan, a quien el actor hubiese interpretado seguro con brillantez. La película tiene los pies plantados en la realidad pero añade un toque sobrenatural y esotérico que a veces podemos explicar y a veces no. Por supuesto contar con Nicole Kidman o Anya Taylor-Joy, ayuda muchísimo, especialmente ellas dos, cuyos personajes suponen el contrapeso perfecto al protagonista. Sin olvidar la presencia de Willem Dafoe, Ethan Hawke o Claes Bang. Pero ellas dos… son la clave de todo el relato.
Visualmente Eggers alcanza cotas maravillosas en su odisea nórdica, con una belleza que tiene mucho que ver con la muerte de la que habla el relato. La fotografía llena de grises y luces tenues, los momentos donde los sobrenatural y lo humano se cruzan, los paisajes islandeses que cuesta saber si son reales o ensoñaciones de los personajes… O ese gusto por el plano secuencia cuando se trata de las luchas, que son las justas y necesarias para este relato que mantiene esas claves de autor, esos ecos de terror, esas poderosas imágenes, que son propias de Robert Eggers. Visualmente pasmosa, con un ritmo sensacional (dentro del tipo de relato que es) y con un poderoso análisis de personajes, de su psicología y de los actos que nos convierten en quienes somos, El Hombre del Norte es una de las películas del año.
Jesús Usero
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