Una mujer, con deseos de convertirse en chef, acaba aceptando un trabajo en un centro de menores inmigrantes, un lugar de paso hasta que los jóvenes puedan regularizar su situación o sean deportados por la justicia. Un lugar donde la comida va en lata y donde nadie ha prestado demasiada atención a los fogones hasta su llegada. Con su presencia el centro sufrirá una revolución. Un grupo de jóvenes se pondrán a trabajar bajo sus órdenes para convertir la sencilla cocina de un centro de integración en un lugar de elegancia, educación y profesionalidad, lo que puede suponer para todos ellos una salida, un futuro.
Junto a Audrey Lamy, excelente en su papel de persona a la que aparentemente todo le da igual menos la cocina, nos encontramos con un siempre convincente, especialmente en este tipo de papeles amables, François Cluzet, aunque la que se lleva la palma y la que más transmite con su personaje es Chantal Neuwirth. Entre los jóvenes actores se nota su falta de experiencia, pero también su pasión y sus ganas de probarse, especialmente en nombres como Mamadou Koita o Alpha Barry. Son dos de los personajes, junto al GusGus de Yannick Kalombo, a los que el guión permite explorar más y crecer. Aunque sea a trompicones. Porque muchas historias acaban de forma abrupta y sin una verdadera conclusión, dejando demasiados cabos sueltos. El propio final de la película es demasiado abrupto.
No hace mucho hablábamos de una película como Tenor, cuyo trasfondo en cierta medida, es similar. Una feel good movie con humor y drama, humana y cercana, con una historia vista mil veces, pero efectiva. Pero lo que aquella ganaba en empaque visual, en un protagonista arrollador y en ganas de meterse en el barro en ciertos temas, esta película lo pierde en su aspecto demasiado común, sus subtramas algo derivativas (y a veces incompletas) y la sensación de haber visto demasiadas veces la misma historia. Nunca aburre, es divertida, arranca sonrisas y llega a emocionar por momentos, pero no lo suficiente para destacar demasiado. Una película correcta que quizá escondía en su corazón el potencial de ser mucho más.
Jesús Usero
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