Una oportunidad perdida. Esa es la sensación que me queda tras haber visto esta adaptación francesa dirigida por Peretti sobre un escándalo que se centra más en la figura del infiltrado pero no tanto en el caso en sí y que tiene buenas ideas pero que quedan desaprovechadas. Empecemos primero en que nos encontramos aparentemente ante un thriller que tiene un arranque prometedor, donde se ponen las cartas sobre la mesa dispuestas a jugar con ellas y hay un manejo de la tensión bien dosificada con un ritmo lento pero no aburrido. Cuando la trama política se adueña de la cinta, esta atrapa y engancha, al igual que cuando se confronta con la parte periodística de la misma dando lugar a dilemas morales y debates interesantes (¿el fin justifica los medios?, ¿hasta dónde se puede traspasar la legalidad para hacer lo correcto?).
El problema se da especialmente en toda la parte de investigación, que por momentos se olvida completamente de ese carácter más político alrededor del narcotráfico y la implicación del sistema, resultando mucho más pesada. La historia a partir de los 45 minutos se vuelve más plana, donde se suceden charlas sin parar y en el que el espectador recibe un bombardeo de información que cuesta de procesar. Esto por desgracia puede hacer desconectar a muchos espectadores de la historia, que tiene buenas ideas pero que empieza a dispersarse hacia lugares que no aportan demasiado a la trama principal y, especialmente, a la trama más interesante y provocadora del film, que es la de la confrontación entre el político corrupto y el infiltrado y la de la política y la ética. Donde podría haber emoción y tensión, solo queda palabrería y donde podría haber un thriller político competente e interesante se desvía hacia una película dramática que no termina de funcionar igual de bien.
Y es una pena porque los actores resuelven notablemente bien sus personajes y hay conceptos interesantes para explorar y profundizar, que en algunos casos solo rasca un poco la superficie. Un Escándalo de Estado no es una mala película, pero su ritmo denso y en ocasiones cansino hará que muchos se desenganchen de una propuesta que podría haber sido más jugosa. Eso sí, si entras en su juego encontrarás elementos satisfactorios, siempre y cuando consigas resistir a sus tramos más espesos.
Guillermo Méndez
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