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Paranormal Activity: los señalados **

Paranormal Activity: los señalados **Paranormal Activity: los señalados. Prolongación de la saga agotando la fórmula de cámara al hombro.

La quinta aproximación a la franquicia juega con aires latinos y el barrio como protagonista de una historia que intenta sacarle el último jugo a la fórmula de la cámara al hombro para explorar las manifestaciones paranormales sacándola de los espacios cerrados ampliando la peripecia terrorífica más allá de los muros de las casas donde habitan los espíritus malignos. Curiosamente el asunto les sigue funcionando como máquina de sustos e inquietud para público adolescente, añadiendo más humor que en las entregas precedentes, sobre todo con el personaje de la abuela y apostando por el susto fácil y epidérmico que garantiza los sobresaltos del espectador entregado a este tipo de espectáculo de terror situacional.

En esta entrega se lleva al límite la credibilidad del espectador, en mi opinión abusando de la fórmula de cámara al hombro y narración en primera persona y punto de vista subjetivo, hasta el punto de que en algunos tramos de la película ni siquiera se justifica o explica claramente por qué los personajes ruedan constantemente con la cámara incluso en los momentos menos creíbles. Está muy forzado el uso de la cámara al hombro y al mismo tiempo éste uso fuerza la narración más allá de lo recomendable. Como ejemplo contrario en positivo basta con citar la tercera entrega de REC, donde se buscó la alternancia con otro tipo de recursos visuales sin renunciar del todo a la cámara al hombro. El problema es que ésta última está ya muy vista, si bien sigue siendo una fórmula que permite secuestrar la atención del espectador e inevitablemente, como el puño lanzado hacia el ojo, nos hace parpadear y meternos más en la montaña rusa de sustos que nos propone el relato.

La fórmula de La maldición de la bruja de Blair presenta no obstante un lógico desgaste en esta entrega, que debería haber sacado más partido a la incorporación al relato de los conflictos del barrio y las pandillas criminales, a las que creo que no le saca todo el partido que podría haberles sacado en la última parte del relato, con el enfrentamiento final a la amenaza, escopeta en mano.

Pero dejando al margen las limitaciones de un guión poco intrépido, dado a acomodarse a lo previsible, que  se mantiene con excesivo escrúpulo dentro del canon de la franquicia, lo que más me ha llamado la atención es la infalibilidad de la fórmula de la cámara al hombro y la primera persona para seguir metiendo miedo al personal, especialmente si es adolescente y fácilmente impresionable. Obviamente este tipo de película, incluso por la edad, inquietudes y situaciones que viven sus protagonistas, está pensadas para su explotación entre público adolescente, y en ese sentido, está claro que sigue funcionando, al menos en esta nueva entrega, porque la narración con cámara al hombro, en primera persona, ata mejor al relato a este tipo de espectadores y al mismo tiempo dichos espectadores están predispuestos a impresionarse y pasar miedo con lo que ocurre en la pantalla por el mero hecho de haber pagado la entrada. Por ejemplo en este caso funciona muy bien el recurso de hacer que el público tenga miedo de ir a pasar miedo, infalible a la hora de incrementar el resultado de los sustos que se elaboran de la manera más sencilla, a golpe de sonido, silencio, ruido, salto, anticipación… Todo muy epidérmico, incluso ingenuo, pero como digo eficaz a la hora de impresionar a los adolescentes adictos a este tipo de relatos y propicios a dejarse impresionar.

Para el espectador más curtido, lo que ofrece la película es una reiteración de las fórmulas ya expuestas en las películas anteriores, con ligeras variantes, pero hay que lamentar que, al contrario de lo que hizo REC 3, no hayan tenido el valor de apartarse más de la senda trazada, y aún sacándole el máximo partido a la fórmula en su primera parte, la película no se atreva a explorar otras posibilidades narrativas una vez que plantea su trama argumental de conspiración a gran escala, incluso, llegado el caso, renunciando a la cámara al hombro.

Por otra parte creo que no han sacado el máximo partido a la entrada en la casa de la bruja, un entorno que permitía mayor explotación de los lugares comunes del miedo con toda la parafernalia de oscuridad, sonidos y presencias inquietantes, en una clave similar a la de la primera entrega de la saga: lo siniestro con poco presupuesto y máxima explotación del entorno grotesco. Haber centrado la película en toda su primera parte en incomodar al espectador en ese lugar cerrado antes de hacer progresar la historia hacia el exterior era una mejor fórmula que la alternancia un tanto casual de exteriores e interiores que marca el desarrollo de la película tal y como la conocemos ahora.

Otro factor que no está bien explotado es ese encuentro final con el aquelarre, que transcurre demasiado rápido, como si tuvieran una inesperada y un tanto ilógica prisa por rematar la narración en la mansión de las brujas, reduciendo la máximo el metraje de esa fase del relato, hasta perder la posibilidad de llegar a inquietar al espectador con recursos de suspense.

Así, la película llega a su tramo final un tanto agotada, perdiendo el resuello, exhausta con esa abusiva utilización de la cámara al hombro.

Miguel Juan Payán

©accioncine

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