No creo que nadie que acuda a una sala de cine a ver Querido John, acabe sorprendiéndose. Podrá emocionarse, empatizar con los personajes o con lo que les sucede, pero no podrá decir que la historia es sorprendente o que no visite los lugares comunes más conocidos y trillados del drama romántico. En esa ausencia de originalidad y frescura recae el mayor de los problemas de esta película. Pero en cierta medida, también la mejor de sus virtudes. Una moneda de dos caras o un arma de doble filo. Porque si bien Querido John no es una película que nos deje con la boca abierta, sí que da justo lo que ofrece.
Los dramas románticos siguen una estructura clásica de chico conoce a chica, chico se enamora, chico pierde a chica por las tristes circunstancias de la vida (o a la inversa si el relato es contado por una mujer). Querido John está basada en una novela de Nicholas Sparks, autor de obras como El Diario de Noah, que mimetiza ese argumento a la perfección. No he tenido el placer de leer la novela en la que se inspira esta, pero por mi experiencia previa con el autor y su material, normalmente se obtiene una mejor película de lo que la novela era en principio.
Aquí la historia sigue a John y Savannah, dos jóvenes que se conocen y se enamoran, él siendo militar y viéndose afectado por la vorágine de los atentados del 11 de Septiembre de 2001 en Estados Unidos. Su historia de amor se verá trágicamente marcada por esos sucesos y por la marcha de John a combatir en la guerra. Mediante cartas seguirán su relación, perderán y ganarán, y a lo largo de los años vivirán su peculiar y apasionada historia de amor. Lo que en principio podía haberse convertido en un drama bélico sobre los soldados en guerra y al gente que dejan detrás, aparca ese tema, convirtiéndolo en mera anécdota argumental, para centrarse en los dos protagonistas y en su entorno mas cercano de familiares y amigos. Aunque no les dé mucha cancha a estos (la relación de John y su padre está desaprovechada, lo mismo que la de Savannah y Tim, ésta de forma aún más grave). La guerra forma parte tan poco importante de la trama que incluso cuando John es herido en combate, la trascendencia con la historia principal es nula. Lo importante son las cartas y las reacciones de los protagonistas ante ellas, ante su ausencia o su presencia, ante el poder de la letra escrita, que a veces hace más daño que una bala o una explosión.
Aunque para darle forma a ese relato emplee un anacronismo como son las cartas escritas de puño y letra, en un mundo gobernado por la tecnología, los mensajes de texto y los correos electrónicos. Es ese anacronismo el que da al relato un sabor a cine clásico, a película de hace 50 o 60 años, que se hace muy apreciable. Un sabor añejo, donde no prima la inmediatez del mensaje, sino el contenido del mismo.
Lejos han quedado los tiempos en los que Lasse Hallstrom era uno de los directores más prestigiosos de Hollywood, con películas como Las Normas de la Casa de la Sidra. Hace poco estrenamos en España Hachiko, una conmovedora historia entre un hombre y su perro, protagonizada por Richard Gere, que gozó de cierto éxito en nuestro país, pero que ha sido ignorada en todo el mundo. Querido John es lo que se llama un trabajo alimenticio. No es una historia que le vaya a devolver a los puestos más importantes de los directores de reconocido talento, pero le ha hecho un generoso hueco en la taquilla que seguro le servirá de nuevo punto de partida. El talento del director para el drama se convierte en clave para entender la película a través de su música, de su montaje y de su fotografía. Sin destacar demasiado pero elevándose por encima del telefilm vulgar. Hay más claves en los silencios de Querido John, que en sus palabras, y en los huecos que dejan las elipsis es donde realmente nos están contando la historia. Porque no son sino los espacios entre las cartas o los encuentros de los personajes. Aquellos que les hacen crecer, madurar y reposar un amor que corre el riesgo de quemarse demasiado pronto.
Sabe Hallstrom apoyarse en el trabajo de sus dos protagonistas, un contenido Channing Tatum (no hay muchos actores jóvenes que den tan bien el papel de militar) y la siempre brillante Amanda Seyfried, una joven de gran talento por la que merece la pena revisar Jennifer’s Body fijando nuestra atención en ella, y no en Megan Fox. La química entre ellos dos es la base necesaria para dar vida al relato y funciona perfectamente, sobre todo en las miradas de ambos, más que en las escenas de pasión que, la verdad, son más bien sositas.
No hay mucho más que decir sobre la película. Las supuestas sorpresas no sorprenden, ni lo pretenden. El drama está a flor de piel y las acciones de los personajes a veces son completamente ilógicas, porque no pretenden serlo, pretenden crear tensión y situaciones dramáticas. Y pretenden emocionar. Unas veces lo consiguen, otras no, quizá por exceso de tópico en el relato, quizá porque tampoco hay mucho más de donde sacar. Sigue el mismo esquema que El Diario de Noah, pero no cuenta con las brillantes interpretaciones de sus actores maduros para darle mayor empaque al asunto. Conmueve, pero no llega a entusiasmar. Aunque sacará más de una lágrima de la platea sin ser demasiado acaramelada ni empalagosa. Lo justo y lo necesario, y si te pilla con el día tonto te hará llorar durante una hora. No es buena ni falta que le hace. Pero eso ya se sabe antes de empezar la proyección. Su público encontrará sus lugares comunes y tópicos algo por lo que ir a verla. El resto ni se asomará por la sala.
Jesús Usero